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Desde pequeños siempre hemos oído que la noche de hoy 5 de enero será una noche mágica y que parte de nuestros deseos e ilusiones se harán realidad. Nuestro pequeño detalle para esta noche de Reyes tan especial es compartir con vosotros los tres primeros capítulos de ‘Si de verdad pudiera’. Puedes leerlos directamente aquí o bajarte el pdf que te hemos preparado. Si lo lees, cuéntanos qué te ha parecido y si te ha gustado, no dudes en compartirlo en las redes sociales o enviárselo a tus amigos. Puedes utilizar el hashtag #sideverdadpudiera y verás tu tweet publicado en el anexo de la novela, ¿sí? Muy pronto os presentamos en single promocional de la BSO inspirada en esta novela, ‘Little 22’. No os olvidéis nunca de ser niños, sonreír!!

Descárgatelo aquí: Si de verdad pudiera_promo

 

#01_DOMINGO TARDE EN BARCELONA

María cae al suelo en el piso donde vive con su hermana en el centro de Barcelona. Su cuerpo se ha desplomado y no ha tenido ni tiempo de apoyarse en la pared o en el mueble que hay en el pasillo y donde deja las llaves de casa al llegar. Hasta hace apenas unos segundos, llevaba el pelo recogido en forma de moño y la ropa de estar por casa después de haber trabajado en la biblioteca de la facultad y terminado las clases de repaso de lengua y matemáticas que da a un vecino del inmueble cada fin de semana desde que empezó el curso.

Silencio, vacío y de nuevo el silencio con el cuerpo de María tendido e inmóvil en el pasillo de la entrada de casa. Minutos después, la puerta del piso se abre acompañada de la conversación de Judith y Laia que llegan después de haber pasado la tarde por el centro de Barcelona hablando del chico que Laia conoció la noche anterior y con el que decidió tomar una última copa en su apartamento. Morbo y sexo rápido, poca cosa más. Las risas del principio han dejado paso al miedo, la incertidumbre y al desconcierto al ver a María en el suelo sin saber qué ha pasado ni cuánto tiempo hace que está así, sin moverse. Tienen que llamar al 112 cuanto antes, piensan. Se acercan deprisa hacia ella.

 

-María., María… Vamos María, contesta!! Por Diós, María. Contesta por favor!! –dice Laia con voz llorosa y tensa mientras mueve el cuerpo de su hermana y le golpea la cara con suavidad.

 

Pegada aún a la puerta del piso, Judith ha sacado su móvil del bolso para llamar al Servicio de Emergencias Médicas. “Vamos, vamooossss coge el teléfono, contestaaa” -dice en voz baja antes que suene el segundo tono de la llamada-.

 

-Otra vez no, María, vamos contéstame por favor… -apunta Laia con voz llorosa mientras sigue moviendo el cuerpo de su hermana-

-¿Cómo que otra vez? – Pregunta Judith a Laia mientras espera que respondan desde el SEM. Descuelgan -Sí, por favor, una ambulancia cuanto antes a Enrique Granados 25… (silencio). Sí, de aquí de Barcelona… (silencio) Mi compañera de piso está desmayada e inconsciente en el suelo de casa. (silencio). No! no sabemos que ha pasado. Vengan cuanto antes, por favor, se lo ruego…. (espera) Si lo supiera se lo diría… joder!! Le repito que acabamos de llegar al piso y la hemos encontrado inconsciente en el pasillo…(silencio) Sí, sí respira bien… (espera) No, la puerta del piso no estaba forzada ni hay rastros de sangre ni de violencia… (silencio) No tarden ehh!!… (espera) Venga gracias!

-No tardarán –dice Judith a Laia que sigue pegada al cuerpo de María-

-Que vengan cuanto antes –dice Laia llorando-

-Laia, ¿por qué antes has dicho otra vez?

-No es la primera vez que pasa.

 

 

#02. DOMINGO TARDE EN MADRID

 Ona y Álex llevan más de quince años juntos. Aunque ambos residen en Madrid, se conocieron en Bilbao poco después de un pitch para programadores informáticos. Después de casi cuatro años de novios e interminables horas de metro para verse en casa de uno, de otro o en el centro de la capital, fueron a vivir juntos. Tres años después, se casaron. El mejor día de su vida.

Toda la brillante felicidad y equilibrio que vestía lo exterior se desnudaba en forma de nube gris a mediados de cada mes cuando a Ona le llegaba la menstruación y con ello, el disgusto y la tristeza por no quedarse embarazada. Distanciamiento. Habían visitado médicos, probado tratamientos de fertilidad encontrados en diferentes foros de Internet e incluso testeado con pruebas piloto y todo tipo de medicamentos para que los espermatozoides de Álex fueran menos vagos. Él había cambiado buena parte de sus hábitos de comida y deporte para poner, como siempre, todo de su parte. Nada servía y un mes después de otro, una estación u otra nada funcionaba y la ilusión de ser padres se perdía como la luz del atardecer en el mes de agosto. Todo se apagaba lentamente y el distanciamiento, crecía.

Álex es alto y aunque no tiene el cuerpo fibrado, los años que pasó haciendo deporte le han dejado un buen físico. Lleva el pelo corto y gafas de pasta que cambia cada dos por tres. Odia los tatuajes pero es fan de las pulseras y los anillos. De hecho y sin entrar en exageraciones, le gusta cuidar toda su imagen. Las camisas lisas, los tejanos y las zapatillas de deporte más cool definen su estilo aunque por trabajo lo combine también con trajes siempre de tonos oscuros y elegantes. Las corbatas también lisas y estrechas.

Prefiere que lo definan como un tío interesante de conocer y sensible. Quizá demasiado, pero se siente mejor secuestrado por estos adjetivos que no por otros que tacha de superficiales y facilones. Cuando bromea con sus amigos, siempre dice que esa parte de si mismo, no le mola. Cosas de hombres.

Álex adoraba con locura a Ona, era adicto a ella, simplemente así. Al principio de la relación y siempre que podía, hablaba con sus amigos de su pareja. Se le iluminaban los ojos mientras la definía como una chica normal que ahora lleva el pelo corto después de años con el pelo largo y ondulado. Cuando estaban juntos el se sentía especial, seguro.

Ona cambia de look constantemente, es coqueta, adora la cultura, las redes sociales, la programación informática, es una apasionada de Apple y de todo lo que en su día creó sir Steve Jobs. Ahora, después de años sintiendo como poco a poco las distancia que les une poco las distancia que les une es m Álex evita entrar en el trapo cuando preguntan por su esposa y lo cierra rápido con un “Trabajando, como siempre” sin mirar directamente y buscando la manera de cambiar de tema cuanto antes.

Ona ama a Álex que apostó por la programación de videojuegos después de años trabajando en el servicio técnico de un gran centro comercial. Quería vivir su pasión, soñar despierto y jugar con el destino. Le ha ido bien. A pesar que lleva años viajando como programador y creativo de su propia empresa, cada viernes coge un vuelo para volver a Madrid y pasar el fin de semana con su esposa. Esta semana, la reunión programada del viernes pasó al sábado y perdió el vuelo de regreso a casa tras una llamada de teléfono que se alargó más de lo previsto.

Es domingo y después de bajar del avión que lo llevaba de regreso a Madrid, Álex repasa la lista de llamadas perdidas durante el vuelo y ve un mensaje del viernes. Ni lo había visto ni se había percatado de él. Tampoco tiene el número de móvil memorizado en la agenda por lo que decide no escucharlo. Está cansado después de dos horas de vuelo e interminables reuniones durante toda la semana. Prefiere llegar a casa, ducharse, tomar una copa de vino y pasar lo poco que queda del fin de semana sin más llamadas, mails ni mensajes de telefonía móvil. Quiere descansar. Mañana lunes, vuelve a volar.

 Como cada una de las noches del fin de semana, Álex busca el cuerpo de Ona y ella se lo entrega sin pacto alguno. Tres noches, tres cortos encuentros, otras tres nuevas oportunidades para darse placer y crear una nueva vida. Lo desean desde hace tiempo e incluso una tarde hablaron de posibles nombres para el bebé. Se conocen bien, demasiado, y a pesar que no hay espacio para las sorpresas, los lubricantes y los juegos eróticos han vuelto a poner un poco de emoción a quince años de sexo con la misma persona. Álex recuerda la iniciativa de Ona de los primeros años, su capacidad de seducción con su mirada, sonrisa blanca, maquillaje sutil, labios de color rojo recién pintados y esa camisa del traje de las reuniones medio desabrochada que ella coge de su parte del armario. Con los años aprendieron a dejar de lado el “yo quiero” y apostar por “lo que nosotros deseamos”. A buscar la felicidad y el placer del otro por encima del suyo propio.

Después de más de una década compartiendo cama y baño, tanto Ona como Álex han aprendido que en el mundo de las relaciones sentimentales, uno más uno son tres: el de él, el de ella y el que un día empezó a crearse entre ellos dos.

Con tantos amaneceres y noches en vela, él podría repasar el cuerpo de su esposa de arriba abajo con los ojos cerrados. Reconocería su olor, el tacto suave de su pelo, la caída de su flequillo por encima de la frente y la peca que Ona tiene en su pómulo izquierdo. Con los ojos vendados, podría dibujar su cintura, ombligo y cadera e incluso ubicaría esa pequeña verruga imperfecta que tiene al principio de las cervicales a metros de distancia. Incluso a oscuras, Álex vería los ojos color marrón miel de Ona. Se enamoró tan solo verla. Quince años antes, casi diez de diferencia entre ellos.

El principio de la relación no fue nada fácil. Ambos se gustaban, el amor cada día resonaba con más fuerza entre ellos pero de repente, algo se rompía y, vuelta a empezar. Aún así, el error hubiera sido no haberlo intentado mil veces más, piensa Àlex.

Un día todo cambió. Meses después de haberse conocido, comiendo en la terraza de un pequeño restaurante ella le sorprendió de tal manera que ya no hubo marcha atrás. Tenía que ser un almuerzo más pero se convirtió en magia vestida de genialidad. Todos los miedos, limitaciones y dudas que habían aparecido se perdieron. Desparecieron hasta el olvido más profundo como se desvanece el vapor de una antigua máquina de tren o la luz cuando apagas una lámpara. Así de fácil y sencillo. De repente. Miedos, adiós.

Ese día, Álex lloró de emoción. Sus tímidas lágrimas recorrieron su cara tapada por las gafas de sol hasta que sus manos empezaron a temblar de la emoción y las movió para secárselas mientras su mandíbula temblaba levemente. Emoción en estado puro. Hasta entonces, nadie le había llegado tan hondo con tan poco. Mucho más que palabras en unos postikcs. Cien frases, cien trocitos de papel que guarda como el mejor de sus tesoros y que a veces, aún los mira y los repasa con una sonrisa.

Entre los recuerdos mil que Álex tiene en la cabeza poco antes de pasar su primer fin de semana juntos, hay uno que tiene especial fuerza, sentido y conexión entre ellos. Por entonces, él aún no vivía en Madrid capital, era un 23 de abril y un íntimo amigo suyo músico presentaba en pequeño comité su último trabajo musical en la academia donde imparte clases de música. Semanas después, presentaría ese trabajo en una pequeña gira por París, Amsterdam, Londres y New York. Un sueño.

Álex madrugó mucho ese día para estar a las ocho de la mañana en el aula de la escuela de música pero no quería ir solo. A última hora del día anterior, avisó a Ona que estaría en Madrid. Recuerda ese momento con especial dulzura. Estaba enamorado. Era un amor nuevo y lleno de aire fresco. Tenía todas las ganas e ilusión de conocer y abrazar el mundo de Ona mientras ella apenas le regalaba algún que otro beso y le acariciaba las manos con timidez. Quizá no lo verbalizaba pero deseaba pasar horas mirando sus ojos marrón miel y soñaba con amanecer con ella.

Tenía esa sonrisa tonta dibujada en la cara imaginando ver el cuerpo aún dormido de ella a su lado. Su mente podría haberse pasado horas mirándola, besándola en la frente o tapándola con la sábana.

De fondo, el aula de la escuela, un piano y toda la magia que un pianista puede despertar cuando habla a través de los marfiles del piano y su propia música. Lo más especial que recuerda Álex es que siete meses después, un 23 de noviembre a las ocho de la tarde, su amigo presentó ese trabajo de manera oficial en un lounge lleno de barricas de vino en la zona de Serrano. Mismo sentimiento e ilusión de volver a despertar con Ona cada mañana y de seguir abrazando su mundo. Misma música, emoción y deseo de no perderla a pesar del distanciamiento que había crecido entre ellos en los últimos meses.

Esas mismas notas de piano que le trasladaban a un mundo dónde solo existían ellos dos, le llevaban también a buscar sus manos y no encontrarlas, a buscar sus ojos y tener que recordarlos en el fondo de pantalla del móvil o en las fotos que tiene guardadas en su tablet de la última escapada a Londres el pasado enero. Cerraba los ojos y viajaba de nuevo a la escuela en el mes de abril donde sí le acompañó con ojitos de dormida, piel de recién despertada y olor a gel de ducha rápida.

Con los años y sin conseguir que Ona quedara embarazada, hacer el amor se ha convertido en algo rutinario y breve. No es que ya no se deseen o el amor entre ellos se haya apagado, sino que toda la magia de la cena romántica, los tacones nuevos, el vestido de la nueva colección de su diseñador favorito, la camisa de vestir recién planchada y la reserva de última hora en el restaurante japonés de moda de la ciudad pensando esta noche sí, ha dejado paso al otra vez no.

 

#03. LUNES EN MADRID

Es lunes y Álex vuelve a Barajas para coger otro vuelo. Esta vez viaja a San Francisco para conocer personalmente a unos posibles clientes del sector de los videojuegos y que forman parte del mundo de Silicon Valley. Se han encontrado ya en diferentes road shows entre Europa y EEUU y después de algún proyecto parado por problemas económicos, esta vez parece que llegarán a buen puerto. Llevan meses con mails, propuestas y ejemplos pero tienen que sentarse, probar directamente el proyecto y testearlo juntos. Conocerse, vaya. “Es una gran oportunidad para entrar en el mercado americano”, piensa mientras deja el coche en un párquing low cost cerca del aeropuerto.

Hoy ha optado por vestirse con el nuevo traje negro que se compró hace unas semanas en un outlet cerca de Madrid y con las bambas rojas, también nuevas, para darle ese toque que elegante pero informal que le caracteriza. Debajo de la americana, una camiseta blanca de algodón con unas letras rojas y negras cosidas. Cuestión de colores. Aunque haga sol y no haya una simple nube en todo el cielo de Madrid, Álex siempre coge un paraguas de los grandes, nunca se sabe si el tiempo puede cambiar en algún momento y empezar a llover. Cuestión de manías.

Es un viaje rápido pero agotador: unas nueve horas de vuelo, reunión y afterwork, descansar en el hotel más cercano al aeropuerto y otras nueve horas más para llegar a Madrid y seguir trabajando en otros proyectos que entraron la semana pasada en el estudio. No puede quejarse pero tiene la sensación que invierte mucho más de lo que recibe, que es demasiado curoso en ciertas ocasiones mientras que los otros hacen y deshacen sin ser tan sensibles. Eso siente. Por eso, y un poco harto de incomodidades, corta la conversaciones o deja que no prosperen. No quiere discutir, está agotado.

Ya en la terminal, mira las pantallas informativas y el avión lleva retraso, unos treinta minutos. Decide aprovechar el tiempo escuchando música, ordenando el buzón de entrada de su correo electrónico, el registro de llamadas y en borrar las fotos tontas que le llegan por whats o por las distintas redes sociales que tiene en su celular. De repente, recuerda el mensaje que le llegó el pasado viernes y no escuchó. Llama al buzón de voz.

-Sr. Tena, buenas tardes. Me llamo José Fernández y soy notario. Siento comunicarle que su abuela, la señora María Hernández, falleció a mediados de la semana pasada. Después de unos días después de su muerte y al no haber más familiares que usted, la póliza de seguro que su abuela tenía contratada, indica que tendría que estar presente en la apertura de su testamento, a finales de esta semana. Su nombre aparece como único heredero de las propiedades y los bienes de la señora Hernández. Le agradecería que se pusiera en contacto con nosotros cuanto antes y podré facilitarle más información. Espero su llamada, gracias.

Álex queda sorprendido. Tiene un breve recuerdo de su abuela pero muy borroso y lejano. Hace años, décadas casi, que no sabían nada uno del otro pero lo atribuyó a los problemas familiares que ni conoce ni quiere reconocer. Una distancia entre su madre y su abuela de la que apenas sabe y nunca preguntó. Sólo la aceptó como quien acepta el día, la noche, la lluvia en primavera o el frio días antes de Navidad. Después de escuchar el mensaje, decide llamar a Ona.

-Ona, ¿qué tal? ¿Estás en el trabajo ya?

Eiii, bien. Sí acabo de llegar. Voy cargada con revistas y el periódico… ¿Estás embarcando ya?

Ona aprovecha para dejar las revistas de informática, su tablet y el bolso encima de la mesa del estudio donde trabaja.

-No, no… el avión lleva retraso. Oye, que te quería comentar una cosa

-Sí claro… ¿sucede algo, Álex? -pregunta Ona con voz de preocupación-

-No, bueno sí ¿Recuerdas a mi abuela María? ¿La madre de mi madre, vaya?

-Pues no sé… sííí… me has hablado de ella en alguna ocasión pero de esto hace mil, ¿por?

-Murió a mediados de la semana pasada. Acabo de saberlo

 -Ostras lo siento, cariño. ¿Estás bien o necesitas algo? Si quieres me acerco a la terminal antes de que embarques y hablamos o tomamos un café y me cuentas. Me lo puedo arreglar para salir del estudio.

-No, no, tranquila mujer.

-¿Seguro?

-Estoy bien y embarco en apenas media hora. No te preocupes, de verdad, hace años que no sabía nada. Me ha llamado un notario, un tal José Fernández. La mujer, vaya mi abuela, tenía contratado un seguro de vida de esos para que cuando llegara el día, me llamaran. De hecho, me llegó un mensaje en el buzón de voz el viernes pero no lo vi hasta ayer cuando llegué a Madrid pero al no tener el móvil memorizado pasé del tema y lo he escuchado ahora.

-Ya, bien…, no sé. Llama al notario y que te diga alguna cosa más. A ver qué aclaras. ¿Cómo lo ves tú?

-Sí, sí… no sé si me dará tiempo de hacerlo ahora que con las llamadas se me va el tiempo al cielo y no quiero perder el vuelo como el sábado pasado, pero lo llamaré y te cuento. ¿Sí, te parece?

Suena el teléfono fijo del estudio de programación donde trabaja Ona

-Vale… Oye te dejo que me llaman por el fijo y tengo que contestar. Avisa cuando llegues a San Francisco, please. Sea la hora que sea y suerte. Un beso, amor!

Álex cuelga el teléfono y decide no llamar al notario aún. Prefiere tomar aire y dar un espacio al tema. Es la consigna que su coach personal lleva meses dándole y que hasta hace poco no había entendido. Dar un espacio a las cosas, dejarlas sentir en el propio cuerpo y que la suma del tiempo con el destino y el deseo con la razón den las respuestas que necesita encontrar en relación a su familia y a lo que sucedió para que, de repente, su abuela desapareciera de sus vidas y ahora vuelva a aparecer.

Decide acercase al bar de la terminal y pide un té con miel antes de embarcar y revisar la presentación del martes. Se pregunta por la cantidad de dinero va a recibir como herencia. “-¡¡No, no, no!! ¿cómo me pregunto eso? Jooo-deeer…” Al darse cuenta, se obliga a cambiar de pensamiento. Enciende ordenador y poco después empieza a tomar notas del vídeo de presentación que han preparado con los proyectos hechos el último año y con la música final de ‘Be move’, unos chicos de Barcelona que empiezan a coger fuerza entre las redes sociales y que apuestan por una música electrónica muy musical y fresca. Minutos después, oye la llamada que ya puede embarcar. Hola San Francisco.

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